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Prologo

martes, 29 de marzo de 2011

Prologo

Las historias de terror que mi mamá me contó cuando era pequeña me parecían aterradores. Mientras fui creciendo en mi infancia me llevé todos esos recuerdos en un cuarto obscuro. Ya no me asustaba tan fácil.
Pero el destino hizo en mí que temiera de algo de lo que nunca creí que me sucedería a mí.
Desde que la vi, ha estado presente en todas mis pesadillas, que por lo general eran todas las noches.
Yo me encontraba en un cuarto vació. Solo había un piano y frente a él había una ventana. Siempre abría la puerta cuidadosamente como si temiera despertar a alguien. Estaba vestida con un hermoso vestido blanco de novia.
No me sorprendía el hecho de estar vestida así.
Caminé lentamente hacia el piano con pequeños dolores en todo mi cuerpo. Una punzada rápida pasó por mis dedos ansiando lentamente la textura del piano. En mi cabeza podía sentir como lentamente iba tocándolo con tranquilidad.
Caminé hasta él sin ningún problema y antes de tocar la primera tecla suspiré.
Lo estaba tocando como cualquier otro día.
Hoy era un día común, los rayos del sol atravesaban la ventana dejando enmarcado el piso de madera.
“Es hora” dije sin dejar de tocar el piano, escuchando como levemente se abría la puerta en la que yo misma había entrado. Se habría lentamente como si temiera a que lo viera alguien. Pero yo sonreí a mí a misma con una tranquilidad que incluso esa persona pudo reflejar.
Me detuve en seco justo cuando supe que estaba detrás de mí. De nuevo volví a sonreír.
Me volteé rápidamente mirando a la chica que tanto tiempo le tuve miedo. Ella también usaba un vestido blanco con su velo sobre su rostro. Aun así podía ver claramente detrás del velo. Su rostro estaba horrorizado y estaba hecha añicos. A comparación mía podía decir que ella había tenido una pelea. Su vestido estaba hecho añicos y una que otra mancha negra.
Lentamente subió su mano con un cuchillo en mano hacia mi dirección.
Yo no hacía nada al respecto porqué sabía que no lo haría o que algo fallaría.
Ani, mantenía fuertemente apretado el cuchillo como si temiera dejarlo caer, pero al final de cuentas lo dejó caer.
Aproveché ese momento para levantarme de donde me mantuve sentada y me enfrenté cara a cara. Estaba horrorizada, el susto que marcaba en ella era imposible de mirar. Y entonces todo termina cuando un grito agudo sale de ella con horror. De la nada aparece un fuego desde abajo que comienza a consumirla poco a poco. No me movía en lo absoluto. Miraba la escena como todas las noches esperando lo mismo. Lo único que me asustaba era el grito agudo y horrorizado que eso provocaba en mí.
Lentamente comencé a dar leves pasos hacia atrás con el objetivo de mirar mejor la escena.
Tragué saliva antes de continuar con mi pesadilla, pues lo peor aun faltaba.
Toqué a tientas con mis manos la pared que me quedaba a mis espaldas y me quedé ahí, esperando.
-Noo –gritaba Ani desesperada- Noo…
Voltee hacia la puerta esperando algo que me dolía con toda mi alma.
No me sorprendió que se abriera de nuevo esa puerta y que apareciera mi bebe gateando hacia ella. Estaba riendo mostrando su primer dientito.
En otras ocasiones intentaba salvarla pero eso solo empeoraba la situación y el proceso lo hacía más rápido de lo normal, por eso solo me limitaba a no mirar.
Mi bebita iba directo hacia ella mientras el fuego le llamaba la atención.
Mi instinto me hacia ir por ella así que me agarré fuertemente de la pared sabiendo que si me soltaba las consecuencias serían aun peor.
Volví a mirar sufriendo cada segundo que pasaba. Iba directo hacia el fuego mientras Ani se acercaba a mi bebe divertida. Ya no gritaba, ahora estaba ansiosa por tomarla.
Pero fallé.
Me solté rápidamente corriendo hacia mi bebe y entonces todo acabó. Ani se apresuró a llegar a mi bebe consumiéndose ambas en el fuego mientras yo profería otro grito llena de horror mirando la escena más horrible. Una terrible desesperación por no poder hacer nada.
Mis ojos sin desearlo, se abren abruptamente de mi sueño dejando el horror aun corriendo por mis venas.
Todas las noches solían ser las mismas. Y procuraba calmarme acariciando mi abdomen sin dejar de repetir “Ella no volverá jamás”

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